Se está detectando un retraso importante en la maduración de la aceituna, sobre todo en las plantaciones de secano. A una primavera lluviosa y una floración y cuajado tardíos, se unen los primeros efectos del estrés hídrico causado por la ausencia de lluvias en los inicios de este Otoño. Las demandas de agua a partir de que el olivo sale de la parada de Verano, no son suficientes con el aporte del riego, sino que se necesita que lleguen cuanto antes las lluvias. En el secano comienzan a verse los frutos arrugados y con un calibre demasiado pequeño. La lipogénesis, es decir, la formación de aceite, necesita para realizarse correctamente, que la planta tenga unos niveles de humedad adecuados. Si las condiciones atmosféricas se mantienen en el tiempo, es probable que el rendimiento graso sea inferior a otras campañas. Por el contrario, si las lluvias aparecen pronto y en cantidades generosas, la «fábrica» de aceite del olivo funcionará a pleno rendimiento y se podrán revertir estos efectos negativos.