El suelo no es un simple soporte donde los vegetales se mantienen anclados a él con sus raices. Es una estructura compleja en la que se producen miles de interacciones entre los distintos componentes minerales y los microorganismos que en él viven.

Un suelo fértil es aquel que posee una adecuada combinación entre los nutrientes minerales y la materia orgánica. Es un auténtico almacén de nutrientes al que la planta puede acceder siempre que la puerta esté abierta. La llave que posibilita que las raices puedan coger los nutrientes es la materia orgánica, que formaría una especie de «esponja» junto con la arcilla presente en el suelo, y que serviría para ir acumulando y liberando nutrientes poco a poco, conforme a las necesidades de la planta.

Esta «esponja», llamada técnicamente Complejo Arcillo-Húmico, debe tener un nivel adecuado de humedad y de materia orgánica para ir cediendo poco a poco los nutrientes a la raíz.

El problema principal de los suelos, es que son pobres en materia orgánica, por tanto, la «esponja» del Complejo Arcillo-Húmico, por así decirlo, no funciona correctamente. Por tanto, el mejor remedio para corregir este desequilibrio sería enriquecer en materia orgánica el suelo, mediante establecimiento de cubierta vegetal, triturado de los restos de poda, o aplicación directa de compost. De esta forma se obtendría una mejora considerable de la fertilidad del suelo.